Cuando hacemos una opción por Dios, debemos dejar de conducirnos por la razón, porque la fe es la osadía del alma, en ir más allá de lo que puede ver.
Es dejarse guiar por el corazón, es decir, por lo que el Espíritu Santo sugiere contra toda razón lógica. Es subordinar la razón a la fe. Luego se encuentra la lógica que le da la razón, porque Dios dispone todas las cosas para el bien de los que lo aman. Rom 8.28
La confianza es la fruto del crecimiento en la fe a través de la obediencia, paciencia y en la aceptación de los criterios providenciales de Dios que difieren en tiempo y forma de los nuestros, porque tienen una mirada de salvación de toda la creación y también de eternidad.
Para lograrlo el único camino es la oración porque como dice santa Teresita es el diálogo de dos que se aman. Es lo mismo que decir la unión de pensamientos y sentimientos. Además es el mejor camino para ser dócil al Espíritu Santo.
Nuestro crecimiento en la fe, consiste en llegar a tener esa misma mirada a través del amor generoso e incondicional, que nos hace uno con Dios.
Después de predicar en el lago de Genesaret, Jesús dijo a Simón: Navega mar adentro, y echen las redes. Simón le respondió: Maestro hemos trabajado la noche entera y no hemos sacado nada, (con lo que implícitamente quiso decir: Maestro, si es en la noche el momento en que debe haber mayor pique, no hay peces, con mayor razón no lo habrá ahora) y añade: pero si tú lo dices, echaré las redes (Lc 5.3-5)(quiso decir: aunque sea cosa de locos para mi porque eso va contra mi experiencia de toda la vida como pescador, las voy a echar, porque me infundes confianza).
El testimonio de la pesca milagrosa para Pedro es muy fuerte, le toca las fibras más íntimas de su ser. Es como si echase en tierra el concepto que Pedro tiene de si mismo, como si dijera: Maestro tu sabrás mucho de las cosas de Dios, pero de pescador no me vas a enseñar tú, porque yo que no soy inteligente, solamente por experiencia me lo conozco todo., no me queda nada por conocer. Le toca el orgullo de buen pescador, se le terminó el mundo. Fue tal el impacto que: El temor se había apoderado de él (Lc 5.9) y Jesús se apresura a calmarlo: Pero Jesús dijo a Simón: No temas (v.10) y lo invita de ahora en adelante a poner su orgullo en sus manos, donde él se lo protegerá.
Señor si eres tú mándame ir a tu encuentro sobre el agua. Ven, le dijo Jesús. Y Pedro, bajando de la barca, comenzó a caminar sobre el agua en dirección a él. Pero, al ver la violencia del viento (momento en el que al pensar se apoyó en la razón, desplazando a la fe) tuvo miedo (consecuencia de esa falta de fe), y como empezaba a hundirse, gritó: Señor, sálvame (acto de confianza). Enseguida, Jesús le tendió la mano y lo sostuvo, mientras le decía: Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste? Mt 14 28-31
El hecho de que Pedro conozca (desde la razón) mucho más a Jesús no le facilita el crecimiento en la fe, porque esto es el fruto de la gracia que Jesús le iba otorgando muy lentamente, mientras lo envía a evangelizar, precediéndolo en los lugares donde iba a ir él.
Si Pedro, que “conocía” tanto a Jesús, dudó viéndolo frente a el mismo, ¡con cuanta más razón nosotros que no lo vemos con los ojos de la carne podemos caer en la misma duda!
Qué nos quiere decir Santiago, cuando afirma: Tu crees que hay un solo Dios. Haces bien. Los demonios también creen, y sin embargo tiemblan (Sant 2.19). Una cosa es evidente, que mi fe debe ser superior a la de los demonios. ¿En que se debe diferenciar? Debe ser un acto de confianza en la persona de Cristo, fruto del amor hacia él, expresado en una actitud de entrega interior (primero) y exterior (después) a cada uno y en todos mis hermanos. Ese testimonio nos hace coherentes con nosotros mismos y ante los demás.
Volviendo a las palabras de Jesús a Pedro, donde le dice: Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?, para facilitar la interpretación espiritual de esa expresión, debemos cambiar la palabra fe por confianza, con lo cual poniendo palabras en boca de Jesús, podría haber dicho: ¿Por qué no confiaste en mí? ¿alguna vez te defraudé? ¿por qué te apoyaste en tu criterio y no en el mío, tú que lo conoces, porque me conoces según el Padre te lo ha revelado?
Al decir Jesús: El que quiera venir detrás de mí que renuncie a si mismo (Mt 16.24), ¿Qué nos quiere decir? ¿Qué es renunciar a uno mismo?: criterios, opiniones, proyectos, ideales, etc. ¿Esto es despersonalizarse , anularse? No. Solamente es reemplazarlos por los criterios, opiniones, proyectos, ideales, etc., que me sugiere el Señor, por medio de su Espíritu en el corazón y fundamentalmente a través de su Palabra en las Escrituras.
Por lo tanto no es negarse para anularse, sino por el contrario para enriquecerse plenificándose, renovando el ser interior.
LA gran mayoría tenemos heridas emocionales por carencias afectivas, unos más y otros menos. Esto genera inseguridad interior, por lo cual inconscientemente nuestro amor propio (indispensable para la autoestima) nos busca apoyos en distintas cosas. Estos apoyos necesarios llegan a asumir la figura concreta de dioses, porque resumen la “supuesta” seguridad emocional-afectiva que necesitamos.
Si nos analizamos frente al Señor, somos muy pocos los que honradamente podemos decir: tengo plena confianza en mi mismo. Por el contrario muy pocas veces podemos tener la certeza sobre algo. Muchas veces cuando mostramos una personalidad con mucha seguridad, avasallante, es el fruto del orgullo y soberbia que como máscara oculta el verdadero rostro de la inseguridad interior. Si nos cuesta confiar en nosotros, cuanto más nos costará confiar en el Señor. El lo sabe y por eso nos aconseja: que renuncie a si mismo.
Humanamente es imposible confiar en Dios. Todo lo que recibimos es por gracia; nada es nuestro, y el poder confiar en él, también lo es. En Dios esta el “poder” y en nosotros el “querer”, entonces pidamos al dador de toda gracia, la de poder crecer en esa confianza.
Aquí sugiero una oración poco convencional, que conlleva una expresión de entrega amorosa: ¿Señor, que me quieres decir con eso? Más que oración es una actitud, actitud de escucha. El Señor responde de tantas y tan variadas formas que es imposible definir. Utiliza todos los hechos y circunstancias que nos suceden cotidianamente y que son intrascendentes, pero que a través de ellas el Señor me puede hablar (y de hecho lo hace) si me dispongo a escucharlo. Este es un mensaje personal e intransferible, de tal forma de que para que otra persona interprete lo mismo, el Señor se lo tiene que expresar de otra manera.
El Señor prueba a los que ama, prueba la perseverancia en esta oración, porque el que es todo, no puede dar un poco de si mismo, da lo que es: “totalidad”. Por eso debemos pedir sin desanimarnos, como una obsesión, si, una santa obsesión.
¿Qué quieres decir, Señor, con esto? ¿Me quieres decir algo?
Una vez ejercitado en este camino espiritual, es suficiente preguntarse en el corazón y el Señor que tiene su morada en él nos responde de la misma manera.
Del Señor es la iniciativa, siempre nos está llamando. Un ejemplo lo tenemos en 1Samuel 3.10: El Señor llamó: ¡Samuel! ¡Samuel! El respondió: Habla porque tu servidor escucha. A través de estas palabras nos está llamando a cada uno; la rebeldía (pecado original de orgullo) hace que no podamos, ni queramos escucharlo. Necesitamos la ayuda de su gracia, que no la niega a nadie; por el contrario es el más interesado, pero hay que merecerla por amor. Amor con amor se paga y Dios no se deja vencer en el amor.
Así como el maestro se esmera con el alumno que es aplicado y se preocupa por el estudio, de la misma manera Jesús, el Divino Maestro, se “ocupa” de los hijos que lo “escuchan” espiritualmente con docilidad, para cumplir su voluntad.
El Divino Maestro permanentemente está detrás de cada uno de nosotros, deseando y anhelando que le abramos el “oído del corazón” para escuchar allí sus insinuaciones, pero de la mayoría de nosotros recibe indiferencia y desprecio.
Las palabras que expresan estos sentimientos podrían ser: no me importa, no molestes, no quiero hacer lo que me propones, etc. No es necesario que lo pensemos, se produce de hecho, en forma implícita, cuando no “tratamos” (voluntad) de interpretar lo que Dios quiere de nosotros.
¿Por qué es necesario crecer en la confianza? Porque al crecer en la confianza, proporcionalmente vamos siendo dóciles a su Espíritu, a los designios que él tiene sobre nosotros.
Pues entonces crezcamos en la santa confianza en Jesús, el Señor, pidiéndole a la Santísima Virgen María que interceda ante él, para conseguir esta gracia, porque a Ella nada le niega y es el camino más fácil, más corto y más seguro para llegar a su Corazón.
Santísima Virgen, concédeme la gracia de poder comprender lo que el Señor me quiere decir, para crecer en la confianza en Jesús.
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