“Miren los pájaros del cielo, los lirios del campo”

Durante la segunda guerra mundial, en un orfanato con centenares de niños, a cargo de una congregación de religiosos, por distintas circunstancias, un día quedaron totalmente desprovistos de alimentos y no había nada para darles de comer a esos pequeños.  Con la imposibilidad absoluta, además, de conseguir comida en lo inmediato por falta de recursos.

El superior ante la emergencia convocó a todos los hermanos y los llevó frente al sagrario.  Allí, a pura fe, simplemente pidieron al Señor que abriera las compuertas de su providencia.  La respuesta del cielo no se hizo esperar:  en esos momentos un barco cargado de víveres llegaba al puerto de la ciudad.  El capitán decidió hacer una escala en el puerto más cercano y descargar todo lo que llevaba.  ¿Cómo se llama esto?  Providencia de Dios.

Otros testimonios:  los Cotolengos de Don Orione.  Son un ejemplo más de la manifestación de la Divina Providencia de un modo habitual.  La confianza en ella sostiene esa obra colosal a favor de tantos que la sociedad desprecia.

Una familia amiga, de vida cristiana práctica, con diez hijos; de pronto el padre queda sin trabajo y no pueden seguir pagando el alquiler.  Consiguen una casa muy precaria, de lata, en un terreno fiscal.  Al poco tiempo de estar allí aparecen unos empleados de la municipalidad para decirles que por ese terreno iba a pasar una calle.  Pero lo que parecía una terrible noticia que venía a empeorar las cosas era una realidad la solución a su problema habitacional,

En efecto, les comunicaron que en un predio cercano se construiría un barrio nuevo y que se les iba a asignar una vivienda según el número de integrantes de la familia.  Así fue, recibieron una casa grande, amplia, por la cual tenían que pagar a largo plazo una cuota fija de $ 50, que hoy es algo ínfimo.  A estos hermanos les faltaba de todo pero les sobraba fe.  Con esa fe clamaban a Dios pidiendo un hogar donde pudieran caber todos y vivir dignamente.  Fueron escuchados.  La mano providente de Dios estuvo en llevarlos a ese lugar para que pudieran acceder a una casa propia.  ¿Qué nos enseña esto?  Que el Dios en quien creemos, que se ha revelado en la Biblia y en Jesucristo, es un Dios providente.  Y ¿qué es la providencia de Dios?  Es el cuidado que Él tiene de sus creaturas.

Por eso podemos afirmar que todo, hasta lo más pequeño del universo, existe porque Dios lo sostiene en su ser. El Señor cubre el cielo de nubes y provee de lluvias a la tierra; hace brotar la hierba en las montañas y las plantas para provecho del hombre; dispensa su alimento al ganado y a los pichones de cuervo que claman a Él.  Sal 147.8-9

El mundo es una creación continuada de Dios, que da constantemente la existencia a todas las cosas.  Providencia es, por lo tanto, la presencia operante de Dios en todo lo creado.  Pero ésta se extiende de manera particular al hombre, objeto de su predilección.  Lo que nos lleva a la certeza de que todo es providencia porque todo es amor, todo es gracia.  Así se extiende su misericordia y su designio salvífico. Sabemos que Dios dispone todas las cosas para bien de los que lo aman.  Rom 8.28

Aunque no entendamos el porqué, en el plan de Dios todo es perfecto y eso también es providencia, incluso el dolor que permite.  En la trama incomprensible de los acontecimientos de la historia y de nuestra vida, está presente Aquel que dirige todo para su gloria y para nuestro bien.

Él para ejercer su divina providencia pone en acción su inconmensurable sabiduría, su admirable poder y su infinito amor.  Por eso siempre lo que Dios quiere es lo mejor para nosotros y aceptar su voluntad es estar receptivos a su amorosa providencia.

Sin duda para ello hace falta una mirada sobrenatural y una actitud de abandono audaz en sus manos paternales, porque somos sus hijos a quienes protege delicadamente. La enseñanza de Jesús en este sentido es clarísima hablando de la Divina Providencia y de la confianza que hemos de tener en ella:

No se inquieten por su vida, pensando qué van a comer, ni por su cuerpo, pensando con qué se van a vestir.  Miren los pájaros del cielo: ellos no siembran ni cosechan, y el Padre que está en el cielo los alimenta.  ¿No valen ustedes acaso más que ellos?  Miren los lirios del campo, Yo les aseguro que ni Salomón, en el esplendor de su gloria, se vistió como uno de ellos.  Si Dios viste así a la hierba de los campos, que hoy existe  y mañana será echada al fuego, ¡cuánto más hará por ustedes, hombres de poca fe!  No se inquieten entonces, diciendo: ¿Qué comeremos, qué beberemos, o con qué nos vestiremos? Son los paganos  los que van detrás de estas cosas.  El Padre que está en el cielo sabe bien que ustedes las necesitan.  Busquen primero el Reino y su justicia, y todo lo demás se les dará por añadidura. Mt 6.25-33

La preocupación, el desasosiego por el futuro o por las situaciones que tenemos que enfrentar, no son actitudes propias de quienes creen en un Dios providente. “Son los paganos los que van detrás de estas cosas.  El Padre sabe que ustedes las necesitan”, dice el Señor.  Si Dios cuida de los pájaros del cielo y de los lirios del campo cuánto más hará por nosotros que somos sus hijos.  Acaso ¿no valemos más que muchos pájaros?

Toda la sagrada Escritura es una proclamación de la Divina Providencia, en primer lugar por el misterio de la revelación, que es una intervención de Dios en la historia de la humanidad, cuya máxima expresión es la venida del Hijo de Dios hecho hombre y luego por los abundantes pasajes que nos muestran permanentemente el obrar providente de Dios. Recordemos algunos de ellos:  La omnipotencia divina gobierna el universo (Sab 8.1);  El Señor es mi pastor nada me puede faltar (Sal 23.1); Entreguémosle nuestras cargas ya que Él cuida de nosotros (1Pe 5.7); Él sostiene al justo, no permite que sucumba (Sal 55.23); Todo se nos da por añadidura cuando buscamos primero el Reino (Mt 6.32-33; Lc 12.31); Dios provee de la semilla y del pan (2Co 9.10); Contamos con la seguridad divina, nada podemos temer (Heb 13.5-6); La providencia actúa también en las persecuciones (Mt 10.19); Él vela igualmente por el grande y por el chico (Sb 6.7); Dios abre caminos en el mar (Sb 14.1-3); Él es quien da a todos la vida, el aliento y todas las cosas. Hch 17.25

La mentalidad sobrenatural, propia de los que han nacido de nuevo y son movidos por el Espíritu de Dios, incluye la fe en la Divina Providencia.  La cual nos interpela:  ¿Cuál ha de ser nuestra reacción frente a ella?  Lo primero es reconocerla, tener la firme convicción de que efectivamente estamos sumergidos en el mar de la Providencia Divina.  Luego alabar y glorificar a Dios, darle gracias por su amor providente.  Que brote de nuestro corazón la confianza, el abandono audaz.

Como consecuencia nos inundará la paz, el gozo, la serenidad, la seguridad.  ¡Qué gran secreto es descubrir y experimentar lo que significa el misterio de la Divina Providencia!  El beato Dom Columba Marmion decía: “La providencia la experimentan aquellos que confían en ella”  Hagamos la prueba, nos vamos a sorprender.  Los innumerables testimonios confirman esta doctrina tan consoladora.

Yo mismo soy testigo de muchísimos casos en los que pude constatar la amorosísima providencia de Dios, tanto en mí como en otros hermanos, y no dejo de asombrarme.  Esto me mueve a alentar a todos a saber esperar y descansar en Quién no nos abandona jamás.  Un medio para alcanzar esas manifestaciones providenciales es la oración insistente.  También ser generosos con Dios en todo sentido (Mal 3.10).  Quitar los obstáculos que puedan impedir que recibamos lo que Él nos quiere regalar, sobre todo purificándonos del pecado.  Aceptar y elegir siempre su divina voluntad.

Tengamos en cuenta que, si nos disponemos, podemos ser instrumentos de la providencia tanto en el plano natural como en el sobrenatural; y esto sin duda es altamente gratificante.  Hagámonos apóstoles de la providencia, difundamos este mensaje divino, que en definitiva es proclamar su amor; haremos mucho bien a quien lo reciba.

Recurramos a nuestra Madre santísima para pedirle que nos enseñe y nos ayude a incorporar a nuestra vida la confianza en la Divina Providencia.

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