Jesús, ¿en Vos confío?

Nuestro caminar en la vida consiste en el crecimiento de tres virtudes: fe, esperanza y amor. Dios es quién las siembra, riega y las hace crecer en cada persona, exigiendo de ellas una respuesta.

Todos, unos antes y otros después, tenemos crisis de fe. Unas son de crecimiento y otras por anomia y desidia. La diversidad en su desarrollo es como las hermosas flores de un jardín: cada una con su belleza de formas, colores y perfumes que las caracteriza entre las demás.
Dios crea condiciones que nos cuestionan, dándonos oportunidades para crecer en la fe.
A todos nos pide su crecimiento, pero a cada uno en la medida en que sabe le pueda responder. No le pide lo mismo a un ignorante que al Sumo Pontífice. Lo que le falte al primero, lo completa la Divina Misericordia. Este es el espíritu de la Parábola de los Talentos.
Además, por el libre albedrío tenemos la oportunidad de aprovechar la Gracia que constantemente brota del Corazón Misericordioso de Jesús y se derrama como una lluvia santificante sobre toda la humanidad, está en cada uno cerrar el paraguas del orgullo para dejarse impregnar por ella.
Esta consiste en hacer actos de fe mediante los cuales se va construyendo un camino de crecimiento en la fe. Normalmente el Señor nos va conduciendo a todos a través de desprendimientos (pérdidas de cosas queridas y apreciadas) y abandonos (problemas de salud, económicos, etc.) que pasan desapercibidos. Los que deciden entregarse voluntaria y generosamente a recorrer este camino, reciben el auxilio de la Gracia para “poder” concretarlo.
Esto se convierte en testimonio de un milagro obrado por la Gracia y en una manifestación del amor de Dios a esa persona.
Así como el corazón no puede dejar de latir para llevar el alimento a todo el cuerpo y si dejara de hacerlo cesaría la vida, de la misma manera sucedería con la fe recibida en el bautismo como nacimiento a la vida del espíritu, si no se la alimentara.
Hagamos un examen sobre la fe: ¿Tengo alguna preocupación por mí o algún miembro de la familia con motivo de la inseguridad que estamos viviendo? ¿Temo que a causa de la inflación no podamos llegar a fin de mes? ¿Me inquietan el trabajo, la salud, etc.?  Ante la presencia del Señor, analicemos si no nos acusa la conciencia.
La preocupación es una falta de confianza en la Divina Providencia. Los problemas y preocupaciones son oportunidades para hacer actos de entrega al Señor. Está en nosotros la posibilidad de hacerlos en las permanentes opciones cotidianas, basta que nos decidamos a ello.
ACTO DE ENTREGA: Es como quién entrega un “paquete” para que el Señor haga de él lo que quiera.
ACTO DE ABANDONO: Significa olvidarse del paquete con todo lo que ello implique, porque al ceder esa propiedad renuncié a ella y como ya no me pertenece, no puedo retrotraerme al pasado. Su mejor expresión es la imagen de un bebé en los brazos de su padre, con la mejilla apoyada sobre su hombro.
Al hacer entrega de un problema concreto, por medio de este acto de fe otorgamos autoridad a Jesús sobre él, de hecho a través del mismo lo hacemos Señor de nuestra vida. Cambia la presente realidad en otra imposible de imaginar, porque este pequeñísimo acto de amor Dios lo retribuye en la medida en que podamos recibirlo, según nuestro estado espiritual, evitando que caigamos en el potencial orgullo, vanidad, etc.
La preocupación nos retrotrae a pensar en el paquete que ya no poseo. Esto se convierte en una tentación de Satanás que pretende robarnos la confianza en Jesús. Por medio de ella se desautoriza al Señor, autorizando a Satanás en su lugar. En ese caso, se le atan las manos a la Divina Providencia y después nos quejamos de que Dios no nos escucha.
El Señor le  manifestó a Santa Faustina Kowalsca una referencia sobre el abandono al hacer pintar un cuadro de la Divina Misericordia, con la leyenda que le hizo colocar al pie: Jesús en Vos confío.
Hasta no hace mucho tiempo las palabras tenían el significado y el valor de lo que expresaban, existía la coherencia conceptual en lo moral. Hoy las palabras están devaluadas y vacías de su contenido moral, por eso el Señor ha querido volver a expresar esta misma realidad espiritual de otra manera, para conseguir el mismo resultado.
Hoy no es lo mismo decir mecánicamente y de la boca para afuera: Jesús en Vos confío, que hacerlo a través de un acto de entrega que nace del corazón (por un hecho concreto), y que me compromete con el abandono.
Nuestro camino puede ser entre cardos y espinas (problemas y preocupaciones), pero por nuestra entrega motivada con y por amor se puede convertir en un jardín de flores.
El Señor me autoriza a mencionar sus palabras en una revelación sobre un tema similar: Haced esto y veréis grandes, continuos y silenciosos milagros. Os lo juro por mi amor  

Jesús en medio (¿de?)

Jesús, al decir: Donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre yo estoy presente en medio de ellos (Mt 18.29, no solamente nos está asegurando su presencia, sino que también nos está sugiriendo que lo invitemos:
Yo estoy junto a la puerta y llamo: si alguien oye mi voz y me abre entraré…  Ap 5.20
Al invitarlo o ponernos en su presencia, por el acto de fe se dispone a nuestro servicio (a lavarnos los pies: Jn 13.5) con amor y esperando ansiosamente que le demos una oportunidad. Es como si nos dijera: ¿Que quiere que haga por ti?  Lc 18.41
Me pregunto: ¿cuántos ponen a Jesús “en medio” en todas y cada una de las circunstancias de la vida?  Es lo mismo que decir; vivir en una presencia activa, interactuando con Él.
Como todas las cosas de Dios, el poner a Jesús en medio es un hecho que hasta pareciera trivial, pero dentro del misterio de la fe tiene un significado profundo, es: hacerlo Señor de nuestra vida (otorgarle autoridad sobre ella), que de hecho implica un acto de humildad, adoración, alabanza, y mucho más…
La presencia de Jesús en nuestra vida se manifiesta activamente construyendo el amor, la unidad, brindando paz, gozo, alegría, etc., y con su Providencia dispone todas las cosas para el bien.  Rom 8.28

Sanación de la falta del amor conyugal
Testimonio*
Con motivo del nacimiento de un hijo visité a una amiga hace unos meses. En la conversación me dijo que en su matrimonio hay amor, pero que su esposo es afectuosamente poco demostrativo. Le expresé que eso se debe a las carencias afectivas que tuvo por parte de su madre y que ella me confirmó.
Como es una joven de oración y con docilidad espiritual, en una manifestación misericordiosa surgida de nuestra comunión espiritual, espontáneamente me surgió una pregunta que le expresé así: ¿por qué no ponés a Jesús en medio de tus relaciones sexuales?
Le expliqué detalladamente todo lo que espiritualmente interpretaba sobre ello y lo compartió plenamente en un mismo espíritu.
Esto es el resultado de una convicción profunda, que surgió en tiempo y forma que el Señor en su Providencia dispuso.
Cuando llegué a casa me quedé pensando en este hecho, de lo que el Señor podría llegar a realizar a través de este acto de fe y como reacción en cadena con “todos” los matrimonios en los que incluyan a Jesús “en medio”.
Conociendo su disponibilidad y docilidad espiritual, posteriormente le pedí que en el tiempo que ella y el Señor dispongan, escriba su testimonio, para todos los matrimonios con problemas.
Como soy respetuoso de cómo el Señor obra en los corazones, esperé su llamado. Ya me había olvidado del tema, cuando cinco meses después, en forma providencial se dio que pasara a saludarla en su trabajo.
Allí me testimonió que el Señor había hecho una sanación en la relación con su esposo y lo estaba testimoniando con alguna de sus clientas. También me invitó a pasar por su casa a retirar el testimonio escrito que le adjunto.
Si bien este no es muy explícito, no insistí en ello por respeto a su pudor y por la misma delicadeza que se requiere cuando se trata con los sentimientos del corazón, que es el sagrario donde habita Dios.
Mis palabras tratan de completar lo que ella no hace tan explícitamente, pero que en su espíritu confirman las mías.
Hoy el demonio está destruyendo matrimonios y vidas en forma dramática. Este testimonio nos muestra el deseo de Dios en poner un freno y la oportunidad de conversión para las personas que decidan vivir su fe.
Pongo como guía a modo de sugerencia la oración que se encuentra en La Palabra a través de Tobías
¡Bendito seas, Dios de nuestros padres, y bendito sea tu Nombre por los siglos!  ¡Que te bendigan los cielos y todas tus criaturas por los siglos!  Tú creaste a Adán e hiciste a Eva, su mujer, para que le sirviera de ayuda y de apoyo, y de ellos dos nació el género humano. Tú mismo dijiste: No conviene que el hombre esté solo. Hagámosle una ayuda semejante a él. Yo ahora tomo por esposa a esta hermana mía, no para satisfacer una pasión desordenada, sino para construir un verdadero matrimonio. ¡Ten misericordia de ella y de mí, y concédenos llegar juntos a la vejez!  Tob 8.5-7
Siempre es mejor la que suscite el Espíritu Santo, porque Dios tiene una relación personal con cada uno de sus hijos.
Antes de tener relaciones siempre se debería orar, para que estas no sean motivadas por la lujuria, sino por el amor:  Todo lo que puedan realizar háganlo siempre en el nombre del Señor Jesús, dando gracias por él a Dios Padre. Col 3.17

*Carta del 30-07-2007 dirigida a Carlos Lovotti, Director de la revista Resurrección, Edit. Kyrios, publicada en edic. Nº 177 de octubre del 2007, pag. 9, con el título: Amar hasta que duela.  

El enemigo de los cristianos es el racionalismo

El pecado original cometido por Adán y Eva, fue un pecado de orgullo, motivado en la desobediencia y desconfianza, siendo la causa de todos los males que padece la humanidad.

Pecado es la ruptura del orden espiritual establecido por Dios, que está basado en el amor por una intrincada malla de leyes espirituales que sostienen y regulan todas las leyes naturales.

Por medio del orgullo, el espíritu se independiza del proyecto de Dios, para hacer un mundo interior que difiere de la realidad. Esta realidad propia la va construyendo con razonamientos permanentes, convirtiéndose en una usina de pensamientos, ideas, sugestiones, que al no estar basados sobre leyes espirituales, con el tiempo se derrumba como un castillo de arena.

En los elementos naturales de las cosas con las que nos relacionamos, están incluidas las leyes espirituales que las rigen, por este motivo los juicios tienen cierta base de sustento en la verdad.

Esto brinda cierta credibilidad que el orgullo lo toma por certeza, transformándose en una  utópica seguridad.

En este plano de seguridades subjetivas que brinda la razón, no puede entrar el de la fe, porque ésta no está regida por la razón, sino que es un don que germina en el corazón.

Por medio de la razón la fe encuentra su justificación y desarrollo, pero si ella tiene sometido al espíritu, éste no tiene posibilidad de analizar la fe, está ciego y sordo.

Aquí es donde entra a jugar el papel de la Gracia, por medio del Espíritu Santo, que busca caminos, oportunidades, para tener opciones libres, que permitan liberar al espíritu de la prisión a la que está sometido.

Las carencias afectivas y heridas emocionales hacen cerrar el corazón, por lo cual como medida defensiva la razón va ocupando un lugar que debería ser transitorio, pero al persistir la causa originaria, la razón sigue tiranizando.

El corazón se revela con frecuencia, pero las heridas lo condicionan a una vida dolorosa, por este motivo sale al rescate y auxilio la razón.

De esta manera el espíritu se va transformando en orgulloso, y se convierte en ciego y sordo a las llamadas que el Señor le hace a través del Espíritu Santo.

El racionalismo llega a transformarse en un dios, por lo cual impide al Espíritu Santo  obrar según el deseo amoroso y misericordioso de Dios.

La razón es autosuficiente: no necesita de nada ni de nadie, al extremo de que en la egolatría llega hasta negar su dependencia fisiológica. Esto es el suicidio.

Por medio del Espíritu Santo, el Señor da infinitas oportunidades; además en los corazones más rebeldes, antes de ejercer su justicia, agota “todos” los recursos de su misericordia, de tal manera que se condenan los que realmente eligen libremente ese destino.

Siempre existen infinitos recursos providenciales que Dios agota para atraer a la oveja descarriada, abandonando a las noventa y nueve, la va a buscar, cura sus heridas y la carga sobre sus hombros.

Lo que el divino médico (Jesús=Dios Sana-Dios Salva) necesita, es que la oveja se reconozca herida, para que la pueda curar, porque vino para los enfermos y no para los que se consideran sanos.

El Señor a todos nos concede dones (herramientas espirituales) para construir la Iglesia (En cada uno, el Espíritu se manifiesta para el bien común. 1Co 12.7). Pero no todos responden de la misma manera. Como él conoce la respuesta de cada uno antes de que esta se concrete, exige una fe proporcional a la voluntad y disposición en responder a ella.

Por este motivo a algunos les exige más fe que a otros, porque su potencial respuesta será proporcional a los dones que posteriormente les concederá.

Si bien esa exigencia implica dificultades y padecimientos, estos no guardan relación con las compensaciones por medio de la paz, gozo y alegría espiritual; las primeras son reales, pero las segundas son muy superiores.

Jesús subió a una de las barcas, que era de Simón, y le pidió que se apartara de la orilla; después se sentó, y enseñaba desde la barca. Cuando terminó de hablar dijo a Simón: Navega mar adentro, y echen las redes. Simón le respondió: Maestro, hemos trabajado toda la noche entera y no hemos sacado nada, pero si tú lo dices echaré las redes. Así lo hicieron y sacaron tal cantidad de peces que las redes estaban a punto de romperse. Entonces hicieron señas a los compañeros de la otra barca para que fueran a ayudarlos. Ellos acudieron, y llenaron tanto las dos barcas que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se echó a los pies de Jesús y le dijo: Aléjate de mí, Señor, porque soy un pecador. El temor se había apoderado de él y de los que lo acompañaban, por la cantidad de peces que habían recogido. Pero Jesús dijo a Simón: No temas, de ahora en adelante serás pescador de hombres. Ellos atracaron las barcas a la orilla y, abandonándolo todo, lo siguieron. Lc 5.3-11

Al comienzo de su vida pública, Jesús al elegir a Pedro, se presenta testimoniando su divinidad, concediéndole el don de la fe.

Si Pedro hubiera sido orgulloso en ese momento, como la mayoría de nosotros, utilizando un lenguaje intencionalmente irrespetuoso para escenificar este hecho, le habría respondido: Maestro, tú sabrás mucho de la Ley y de los Profetas, pero a mí no me vas a enseñar a pescar, porque mi madre me tuvo sobre una barca, aprendí a nadar antes que a caminar, desde niño jugaba con los peces y conozco todo lo que hay que conocer. La noche es el momento del pique de los peces, y no durante el día, así que no me vengas a dar clase de pesca, “maestruli”.

El orgullo produce rechazo espiritual, como un cortocircuito eléctrico, que no deja pasar la electricidad (el amor de Dios). Por el contrario, la humildad es receptiva, por este motivo cuando Pedro responde a Jesús, está haciendo un acto de fe humana en la persona “humana” de Jesús.

Digo fe humana, porque si bien su corazón estaba dispuesto, todavía no conocía la vida del espíritu y  la persona “humana” de Jesús, porque aún no se le había revelado como hombre-Dios.

Este milagro para Pedro es mucho más grande que para cualquier otra persona, porque tocó las fibras más íntimas de su orgullo de eximio pescador. Jesús eligió intencionalmente manifestar su divinidad de esta manera para liberar su espíritu, sofocado por la razón, lo que permitió el pleno acto de fe.

Cuando reconoció su divinidad (implícitamente), tuvo miedo; esa es la primera impresión que causa a nuestra humanidad, por la conciencia del propio pecado. Además confirmó su fe (explícitamente) al reconocerse pecador.

Jesús preguntó a sus discípulos: ¿Qué dice la gente sobre el Hijo del hombre? ¿Quién dicen que es? Ellos le respondieron: Unos dicen que es Juan el Bautista; y otros, Jeremías o algunos de los profetas. Y ustedes, les preguntó, ¿quién dice que soy? (16:) Tomando la palabra, Simón Pedro respondió: Tu eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo. Y Jesús le dijo: Feliz de ti Simón, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo. Desde aquel día, Jesús comenzó a anunciar a sus discípulos que debía ir a Jerusalén y sufrir mucho de parte de los ancianos, de los sumos sacerdotes y de los escribas; que debía ser condenado a muerte y resucitar al tercer día. (22:) Pedro lo llevó aparte y comenzó a reprenderlo, diciendo: Dios no lo permita, Señor, eso no sucederá. Pero él, dándose vuelta dijo a Pedro: ¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás!. Tu eres para mí un  obstáculo, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres. Mt 16. 13-17, 21-23

¿Cómo se puede comprender que en el verso 16, Pedro reconoció a Jesús como el Hijo de Dios, recibiendo el elogio de Jesús, y en el 22, Pedro lo reprendió, oponiéndose a los designios de Dios?

Al hacer el acto de fe, permitimos al corazón poder escuchar lo que Dios nos quiere decir, y al razonar  nos apoyamos  en nuestros criterios desplazándola. De esta manera  por la razón entra Satanás en su lugar.

Jesús tomó los cinco panes y los dos pescados, y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición, partió los panes, los dio a sus discípulos, y ellos los distribuyeron entre la multitud. Todos comieron hasta saciarse y con los pedazos que sobraron se llenaron doce canastas. Los que comieron fueron unos cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños. Enseguida, Jesús obligó a sus discípulos a que subieran a la barca y pasaran antes que él a la otra orilla, mientras él despedía a la multitud. Después subió a la montaña para orar a solas. Y al atardecer, todavía estaba allí, solo. La barca ya estaba muy lejos de la costa, sacudida por las olas, porque tenían viento en contra. A la madrugada, Jesús fue hacia ellos, caminando sobre el mar. Los discípulos, al verlo caminar sobre el mar, se asustaron. Es un fantasma, dijeron, y llenos de temor se pusieron a gritar. Pero Jesús le dijo: Tranquilícense, soy yo; no teman. Entonces Pedro le respondió: Señor, si eres tú, mándame ir a tu encuentro sobre el agua. Ven, le dijo Jesús. Y Pedro, bajando de la barca, comenzó a caminar sobre el agua en dirección a él. Pero, al ver la violencia del viento, tuvo miedo, y como empezaba a hundirse, gritó: Señor, sálvame. Enseguida, Jesús le tendió la mano y lo sostuvo, mientras le decía: Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?. En cuanto subieron a la barca, el viento se calmó. Los que estaban en ella se postraron ante él, diciendo: Verdaderamente, tú eres el Hijo de Dios. Mt 14.19-33

La versión del evangelista Marcos agrega: Luego subió a la barca con ellos y el viento se calmó. Así llegaron al colmo de su estupor, porque no habían comprendido el milagro de los panes y su mente estaba enceguecida. Mc 6.51-52

Otro texto. Los discípulos discuten entre sí, porque se habían olvidado de llevar pan y no tenían más que un pan en la barca. Jesús se dio cuenta y les dijo: ¿A qué viene esa discusión porque no tienen pan?¿Todavía no comprenden ni entienden? Ustedes tienen la mente enceguecida. Tienen ojos y no ven, oídos y no oyen. ¿No recuerdan cuantas canastas llenas de sobras recogieron, cuando repartí cinco panes entre cinco mil personas? Ellos le respondieron: Doce. Y cuando repartí siete panes entre cuatro mil personas, ¿cuántas canastas llenas de trozos recogieron? Ellos le respondieron: Siete. Entonces, Jesús les dijo: ¿Todavía no comprenden?. Mc 8.14-21

Los apóstoles que convivían con Jesús eran testigos privilegiados de todos sus milagros, signos y prodigios, pero pese a ello les costaba mucho poder comprenderlo. ¿por qué les sucedía eso?

El pecado cometido por Adán y Eva originó una ruptura del orden espiritual en toda la creación. En el hombre se manifiesta en la independencia entre la razón y el espíritu.

Esta ruptura, en el hombre, es subsanada por el sacramento del Bautismo, pero queda como secuela una tendencia viciada (debilidad espiritual) a caer en la independencia de la razón que se opone al espíritu humano, y con mayor razón aún al Espíritu Santo.

Para seguir el camino de la fe hay que luchar contra esta tendencia, pero desde lo humano se hace imposible. Para subsanar esta dificultad Dios dispone providencialmente el auxilio de la Gracia. Dios proyectó un camino de fe único e irrepetible para cada uno de sus hijos, que se va construyendo en base a las respuestas, de las mociones e inspiraciones del Espíritu Santo en los corazones. Estas respuestas son posibles por obra de la Gracia, que es proporcional en tiempo y forma  al amor que guían las acciones, pensamientos y sentimientos.

Por este motivo, cuando Jesús multiplicó los panes no lo comprendieron porque su mente estaba enceguecida (Mc 6.52) por el orgullo, que se expresa en el apoyo total sobre la razón.

Para sacarlos de la ceguera espiritual, haciéndolos crecer en la fe, produjo un hecho muy fuerte en el que incluyó el temor a la muerte a través del hundimiento de la barca por el viento y las olas. Ante ese temor, la aparición de Jesús que caminaba sobre el agua como un fantasma, los llevó a un estado de excitación que provocó la paralización de la razón, para dar lugar a la fe.

Además puso en el corazón de Pedro el deseo de acercarse al Señor que caminaba sobre el agua, para poder culminar con la enseñanza: Hombre de poca fe: ¿por qué dudaste?  Mt 14.31

Esta expresión es para decirle a él y fundamentalmente a nosotros: Para caminar por el camino de la fe no debes apoyarte en la razón, sino en todo lo bueno que sale del corazón, porque es allí donde habla el Espíritu Santo de Dios. Parece que Pedro lo comprendió, ¿por qué no lo comprenden los que se llaman cristianos?

Tomás, uno de los Doce, no estaba con ellos cuando llegó Jesús. Los otros discípulos le dijeron: ¡Hemos visto al Señor!. El los respondió: Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré. Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas se puso en medio de ellos y les dijo: ¡La paz esté con ustedes!. Luego le dijo a Tomás: Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe. Tomás respondió: ¡Señor mío y Dios mío!. Jesús le dijo: Ahora crees, porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber visto!. Jn 20.24-29

La fe de Tomás hoy la podemos comparar con el racionalismo, porque lo que para él fueron los sentidos, por nuestra cultura, hoy lo es la razón.

Cuando Jesús le responde a Tomás nos está diciendo a nosotros: Felices los que creen sin haber visto y tienen el corazón puro porque verán a Dios. Jn 20.29; Mt 5.8

Esta promesa de Jesús comienza a concretarse ya desde aquí y ahora por la fe; y por medio de su crecimiento, su manifestación se va haciendo un reflejo cada vez más fiel de su gloria, por la acción del Señor, que es Espíritu. 2Cor 3.18

Nuestro camino espiritual es un camino de crecimiento en la fe por medio del crecimiento en el amor.

Fe es la respuesta del hombre a la revelación de Dios (Rom 16.25) a través de la predicación (Rom 10.17). Es la sumisión total de la inteligencia y voluntad al Dios que revela.

En la fe, la inteligencia y la voluntad humana cooperan con la Gracia divina.  Se alimenta con la lectura de la Palabra, la Eucaristía y la oración. Y crece y se afirma con el testimonio propio y ajeno.

El testimonio es implícito por la coherencia entre palabras y hechos (Tit 1.16) y explícito, por la glorificación a Dios a través de la manifestación de lo que El ha hecho en mi vida: Evangelio hecho carne en mi carne=testigo.

El motivo para creer no es que las verdades reveladas aparezcan como verdaderas, sino por la autoridad de Dios mismo que revela y no puede engañarse ni engañarnos. Para que ella fuera coherente con la razón, Dios ha querido  los auxilios en el corazón del Espíritu Santo, acompañados con pruebas: los milagros, las profecías, la propagación y santidad de la Iglesia; su fecundidad y estabilidad.

“La certeza que da la luz divina es mayor que la luz de la razón natural”. S. Tomás de Aquino

Por la fe se cree y por la catequesis se adquieren los conocimientos para dar una explicación racional y doctrinal.

Es inherente a la fe que el creyente desee conocer mejor a Aquel en quien ha puesto su fe, y comprender mejor lo que le ha sido revelado. Un conocimiento más profundo suscitará a su vez una fe mayor, cada vez más encendida de amor. La Gracia de la fe ilumina los corazones (Ef 1.18). Así, según el adagio de S. Agustín: creo para comprender y comprendo para creer mejor.

Quién con espíritu humilde y ánimo constante se esfuerza por escrutar lo escondido de las cosas, aún sin saberlo, está como guiado por la mano de Dios.

La fe que Jesús exigió a los apóstoles la acompañó con toda clase de milagros, signos y prodigios, hasta con la resurrección de los muertos: Pedro hizo salir a todos afuera, se puso de rodillas y comenzó a orar. Volviéndose luego al cadáver, dijo: Tabitá, levántate. Ella abrió los ojos y al ver a Pedro se incorporó. El la tomó de la mano y la hizo levantar. Hch 9.40-41

Jesús hoy nos sigue diciendo: Y estos prodigios acompañarán a los que crean: arrojarán a los demonios en mi Nombre y hablarán nuevas lenguas; podrán tomar a las serpientes con sus manos y si beben un veneno mortal no les hará ningún daño; impondrán las manos sobre los enfermos y los curarán. Mc 16.17-18

Si ni siquiera los católicos que somos el depósito de la verdad revelada, creemos esta Palabra de Dios, por el racionalismo, fruto del orgullo que la niega, ¿qué se podría esperar del resto de los cristianos, donde Jesús dice?: Les aseguro que el que cree en mí hará también las obras que yo hago, y aún mayores. Jn 14.12. De hecho lo hacemos pasar por mentiroso.

Sin considerar a Jesús que como persona humana es el mayor milagro de Dios, y la Eucaristía, como el mayor milagro de Jesús; el más grande de sus milagros es la resurrección de los muertos, que repitió Pedro con Tabitá. ¿Más grande que éste?

Esto no es solamente la afirmación de una verdad, todavía desconocida en su manifestación, sino que también es un desafío y una profecía que se cumplirá.

¡Pobres hijos míos, cuan insensatos son, cuan ciegos están! ¡Cómo el demonio ha sabido atraparlos! Han llegado a una ceguera tan grande por no habernos escuchado a Jesús ni a mí ¡Se han dejado seducir tan solo por sí mismos, por su inteligencia, por su soberbia y así se han prestado al juego de Satanás!.   Mensaje de la Virgen al P. Gobbi (1-8-73)

Dice Jesús*: El racionalista pone las cosas de Dios al servicio de sus fines, no a sí mismo a su servicio. Doblega, explica, utiliza la Palabra a la luz, pobre luz, de su mente turbada y, como un loco que ya no conoce el valor de las cosas ni de las palabras, les da interpretaciones que solo pueden salir de uno que las ha esterilizado por el astutísimo obrar de Satanás. Los humanamente cultos no niegan a Dios, pero ponen una espesura de erudición humana sobre la sencillez divina, que se ha hecho tal para que la luz del amor puedan entenderla hasta los más humildes. Se visten como pavos reales orgullosos de su plumaje, y como estos son hermosos solo en apariencia: no saben caminar; no saben cantar en el camino y en las alabanzas del Señor.

Les falta el amor que es el nervio del ala para volar hacia Dios y que es la cuerda de la cítara para bendecir a Dios. La Palabra desciende sobre ellos y echa raíces, pero después muere porque la cubren y ahogan bajo las hojas.

¿Sabes cómo oyen la Palabra? Como uno que oiga a otro hablar en un idioma desconocido para él. Su demasiada erudición crea una Babel en él. Por su demasiado saber no aceptan las luces, tan sencillas y puras, que Dios ha puesto para que el hombre vea el camino que lo lleva al Padre. Y se convierten en Babel y tinieblas para los demás.

También están los que han llenado su corazón con las piedras del racionalismo de los demás, para hacerlo menos ignorante. Son los adoradores de los ídolos humanos. No saben adorar a Dios con todo su corazón, pero saben extasiarse ante un pobre hombre que se presenta como superhombre. Con su desconfianza cierran la puerta al Verbo divino, pero aceptan las explicaciones de un semejante a ellos que tengan fama de entendido.



*Páginas 450  452 del libro Los Cuadernos 1943 de la mística María Valtorta, Centro Editorale Valtortiano, Italia

Quieren ser cultos y superhombres, y comen el primer alimento que ven. Es la voz de la Serpiente: «Comed este fruto y seréis semejante a Dios». Y estos, en su ignorancia, comen.

Uno es el fruto que os convierte en dioses: El que pende de mi Cruz.
Uno es el que dice a vuestras mentes: “Effetá” (Ábrete). Cristo
Uno es quien fecunda el místico suelo de vuestro corazón para que nazca la semilla; Mi Sangre.
Uno es el sol que calienta y hace crecer en vosotros la espiga de vida eterna: El Amor.
Una es la ciencia que con arado abre y prepara vuestro terreno y dispone para recibir la semilla: Mi Ciencia.
Uno es el Maestro: Yo, Cristo. Venid a Mí si queréis ser instruidos en la Verdad.

Por último están los imprudentes, son como caminos abiertos por los que pasan de todo. No se rodean con un santo muro de fe y fidelidad a Dios. Escuchan la Palabra con mucha alegría, la reciben, pero también reciben cualquier doctrina con el engañoso pretexto de que hay que ser condescendientes. Sí, muy condescendientes con los hermanos. No despreciar a nadie, pero rígidos con las cosas de Dios.

Orad por estos hermanos, instruidles, perdonadles, defendedles de si mismos con un verdadero amor sobre natural, pero no os hagáis cómplices de sus errores.

Si la fe es la convicción de lo que se espera, fundada en la plena certeza de las realidades que no se ven (Heb 11.1), la razón no puede abarcar el misterio de la fe y comprender sus derivaciones. La fe revela que lo visible proviene de lo invisible. Si el racionalismo busca en si mismo abarcar o comprender lo invisible, solo se queda en lo que ve y comprende: «pienso, luego existo».

Aquí se ve claramente que para la razón, la existencia se materializa o se hace real a partir del pensamiento, ¡sin embargo, cuantas cosas existen escapando al pensamiento del hombre y a pesar de él!

Querer llevar una vida de fe en Dios, a partir de la razón o de doctrinas racionalistas es como querer sintonizar un televisor sin la señal correspondiente.

Dios es espíritu y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y verdad. Jn 4.24. Solo se puede seguir a Dios con algo más que la simple razón, sino que además, con todo el cuerpo, toda el alma, toda la mente y todo el corazón. Y es allí, en el corazón donde anidan las razones que la razón no puede comprender.

Es tan así que en la santa Biblia, Dios le habla más de mil veces al corazón del hombre, y nunca a la mente.    


Pensar con el corazón*


Cireno: “Señor, no consigo pensar con el corazón, porque desde mi juventud me he acostumbrado a pensar con la cabeza. Me parece casi imposible pensar con el corazón. ¿Qué tenemos que hacer para lograrlo?”.

Responde el Señor: “Es fácil y muy natural. Todo lo que puedas o quieras pensar con tu cerebro, viene primero del corazón. Pues cada pensamiento, por ínfimo que sea, ha de tener primero un estímulo que lo haya provocado. Una vez que el pensamiento ha sido estimulado y producido en el corazón por alguna causa, entonces sube al cerebro para que el alma lo pueda contemplar y pueda mover adecuadamente los miembros del cuerpo. De esta manera el pensamiento puede manifestarse enseguida como palabra o acción. Es totalmente imposible que el hombre pueda pensar únicamente con la cabeza… Pues un pensamiento es una creación puramente espiritual; por lo tanto no puede formarse sino en el espíritu del hombre que mora en el corazón del alma, desde donde vivifica a toda la persona. Entonces, ¿cómo podría desarrollarse nunca una creación a partir de la materia que, por sutil que sea, siempre puede pensar únicamente con la cabeza?”.

Responde Cirenio: “Señor, ¡ya lo siento vivamente en mí!  Pero ¿cómo sucede esto?  Ahora tengo la sensación que siempre he pensado sólo con el corazón… ¡Cosa más extraña!  ¿Cómo es eso?  Ahora tengo la impresión que siento las palabras en el corazón, y además como palabras pronunciadas… Ya ni me puedo imaginar que sea posible construir un pensamiento en la cabeza”.

Responde el Señor: “Es la consecuencia absolutamente natural de tu espíritu en el corazón que se está despertando más y más, y al fin y al cabo es el amor hacia Mí, y a través de Mí hacia todos los hombres. En el caso de las personas en las que este amor no se ha despertado todavía, los pensamientos también se forman en el corazón, pero como este es aun demasiado materialista, no son percibidos; sí lo son en el cerebro, donde los pensamientos del corazón toman forma de imágenes. Es decir, se vuelven más materiales, preparando el impulso para iniciar la acción pendiente. En el cerebro los pensamientos se mezclan con las imágenes provenientes del mundo exterior que, a través de los sentidos exteriores del cuerpo, se han grabado en su memoria. Influidos de esta manera, los pensamientos se vuelven materialistas a los ojos del alma y degeneran, de modo que hay que considerarlos necesariamente como el motivo de las acciones malvadas de los seres humanos. Por eso es por lo que todo hombre ante todo debe renacer en el corazón y desde ahí, en el espíritu, ¡de lo contrario no podrá entrar en el Reino de Dios!”.  

* Extraído de pág. 90 del libro “El Evangelio de Juan 2” escrito por el místico Jakob Lorber.   

También existe Dios

¿Para vos existe?
El pecado original cometido por Adán y Eva originó una debilidad espiritual que se manifiesta en la tendencia a la autonomía, a la autodeterminación.

Si a ella se le suman heridas emocionales por carencias afectivas que favorecen el crecimiento del ego, se genera un espíritu orgulloso.

Este espíritu  se convierte en el dios de la persona, porque toda su realidad existencial se apoya y gira en torno a él.

Para que exista lugar para Dios, Él debe disponer delicadamente ese corazón y derribar ese dios intruso, recuperando el lugar que le corresponde por derecho propio. Y de ese modo pueda realizar su proyecto salvador en nosotros, quitando uno a uno todos los puntos de apoyo en el que se sustenta nuestra autosuficiencia.

Este trabajo pasa desapercibido, pero no por ello deja de ser doloroso, porque son los fracasos y humillaciones, los que hacen reconocer la verdad  para derribar del pedestal a ese dios que promete mentiras.

Algunos ejemplos: permite  enfermedades, problemas económicos, laborales, familiares, accidentes, ausencias de seres queridos (transitorias, prolongadas, permanentes), etc.

Pese a ser bautizados vivimos la vida como paganos, como si Dios no existiera. Durante toda nuestra vida, Dios por medio del Espíritu Santo nos llama continuamente sin violentar nuestra libertad, pero condicionándola favorablemente para que todas nuestras decisiones y aún los errores, siempre contribuyan al crecimiento en el espíritu del amor.
El Señor llamó: ¡Samuel! ¡Samuel!  El respondió: habla porque tu servidor escucha. 1Sam 3.10  -Debemos remplazar el nombre de Samuel por el nuestro, porque la Palabra de Dios tiene un mensaje personal.

La juventud enceguecida por el orgullo que otorga la embriaguez de la vitalidad, se puede comparar  con una yegua en celo que se dispara en carreras como si  se hubiera enloquecido.

Esta ceguera no es patrimonio de la juventud, sino el comienzo de su manifestación. Con los años su crecimiento y desarrollo adquiere infinitas manifestaciones, infinitos
dioses-ídolos.

Si nos apoyamos en esos dioses, constantemente vamos dando identidad a uno sobre el cual vamos depositando ilusiones, esperanzas, proyectos, ansiedades, angustias, preocupaciones, etc.

Aunque nuestra tendencia al orgullo nos acompañará toda la vida, Jesús por medio del Espíritu Santo nos ayuda con su Gracia, porque separados de mí nada pueden hacer. Jn 15.5

Todo cuanto se puede conocer acerca de Dios está patente. Dios mismo lo dio a conocer, ya que sus atributos invisibles se hacen visibles a los ojos de la inteligencia, desde la creación del mundo. Por lo tanto no tienen excusa. Rom 1.18-20




Dejate amar por Dios

Dios te ama desde toda la eternidad y por toda la eternidad. Porque te ama permitió que tu madre haya quedado embarazada de vos, y que ese embarazo no haya sido uno de los millones de abortos espontáneos. Que no tengas discapacidades físicas o mentales. Que tengas buena salud física. Que hayas sido bien alimentada y vestida. Que hayas sido educada en la fe. Que seas inteligente. Que hayas podido estudiar. Que tengas un buen trabajo y un buen pasar económico, etc., etc. Todo esto es fruto del amor de Dios que se manifiesta a través de su Divina Providencia, porque todo lo que es bueno y perfecto es un don de lo alto que desciende del Padre. Sant 1.17

Porque te ama, Dios se hizo hombre en la Divina Persona de Jesús, para hacerte conocer el amor del Padre y darte la oportunidad de ser su hijo/a. Dios te ama y desea sea amado por vos.

Constantemente te está dando esa oportunidad hasta el último minuto de tu vida en la tierra, pero no se puede especular con el tiempo porque nadie tiene asegurado el día de mañana. Por otra parte, al darte esta oportunidad, de hecho ya estás haciendo una opción que es eterna. Comienza aquí y ahora con una vida unida a Dios en una felicidad imposible de poder expresar en palabras, o en una desdicha que llamamos infierno, que comienza con tristezas, angustias, depresiones, etc., de lo que vulgarmente se dice: “estoy viviendo un infierno”. Nada más real para describir ese estado que se proyecta hacia la eternidad.

Dios desea que seas feliz en la Tierra y en el Cielo y ese cielo podría comenzar aquí y ahora, solo depende de tu voluntad. Si bien es cierto que Él dispone providencialmente de circunstancias que te favorezcan, e incluso pide a alguien oraciones para que se doblegue tu  corazón, no por ello violenta tu libertad.

Por este motivo salvando las infinitas distancias, así como a la Santísima Virgen le pidió el sí, y a vos te pide que no le digas no, porque el Señor te dice: Yo estoy junto a la puerta (tu corazón) y llamo: si alguien oye mi voz y me abre, entraré en su casa y cenaremos juntos. Ap 3.20

Dios  tiene un amor infinito  y también un poder infinito. Este poder está movilizado por amor y con amor, de tal manera que si vos lo aceptaras permitirías que su poder se manifestase en vos, te transformaría totalmente.

Cuando Dios te pensó, desde toda la eternidad, tuvo un proyecto para vos, que por tu historia de vida se fue desviando, pero si por tu opción de fe le permitís que lo restaure, te dará una vida nueva, la plenitud de ella, porque Dios es plenitud y no puede dar menos de lo que es.

Dios Padre te está esperando como lo dice en el Evangelio de Lucas: Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió profundamente; corrió a su encuentro lo abrazó y lo besó. El joven le dijo: Padre pequé contra el Cielo y contra ti; no merezco ser llamado hijo tuyo. Pero el padre dijo a sus servidores: Traigan en seguida la mejor ropa y vístanlo (restitución de la dignidad), pónganle un anillo en el dedo (restitución de los derechos hereditarios) y sandalias a los pies (no las tenían los esclavos). Traigan el ternero engordado y mátenlo. Comamos y festejemos (los santos y las miríadas de ángeles festejan junto a Dios) porque mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y fue encontrado. Lc 15.11-24

El Señor te dice: Yo he puesto delante de ti la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Elije la vida y vivirán, tú y tus descendientes, con tal que ames al Señor, tu Dios, escuches su voz y le seas fiel. Porque de ello depende tu vida. Deut 30.19-20 

Primero fe y después… confianza

Cuando hacemos una opción por Dios, debemos dejar de conducirnos por la razón, porque la fe es la osadía del alma, en ir más allá de lo que puede ver.
Es dejarse guiar por el corazón, es decir, por lo que el Espíritu Santo sugiere contra toda razón lógica.  Es subordinar la razón a la fe.  Luego se encuentra la lógica que le da la razón, porque Dios dispone todas las cosas para el bien de los que lo aman.  Rom 8.28
La confianza es la fruto del crecimiento en la fe a través de la obediencia, paciencia y en la aceptación de los criterios providenciales de Dios que difieren en tiempo y forma de los nuestros, porque tienen una mirada de salvación de toda la creación y también de eternidad.
Para lograrlo el único camino es la oración porque como dice santa Teresita es el diálogo de dos que se aman.  Es lo mismo que decir la unión de pensamientos y sentimientos.  Además es el mejor camino para ser dócil al Espíritu Santo. 
Nuestro crecimiento en la fe, consiste en llegar a tener esa misma mirada a través del amor generoso e incondicional, que nos hace uno con Dios.
Después de predicar en el lago de Genesaret, Jesús dijo a Simón:  Navega mar adentro, y echen las redes.  Simón le respondió:  Maestro hemos trabajado la noche entera y no hemos sacado nada, (con lo que implícitamente quiso decir:  Maestro, si es en la noche el momento en que debe haber mayor pique, no hay peces, con mayor razón no lo habrá ahora) y añade:  pero si tú lo dices, echaré las redes (Lc 5.3-5)(quiso decir: aunque sea cosa de locos para mi porque eso va contra mi experiencia de toda la vida como pescador, las voy a echar, porque me infundes confianza).
El testimonio de la pesca milagrosa para Pedro es muy fuerte, le toca las fibras más íntimas de su ser.  Es como si echase en tierra el concepto que Pedro tiene de si mismo, como si dijera:  Maestro tu sabrás mucho de las cosas de Dios, pero de pescador no me vas a enseñar tú, porque yo que no soy inteligente, solamente por experiencia me lo conozco todo., no me queda nada por conocer.  Le toca el orgullo de buen pescador, se le terminó el mundo.  Fue tal el impacto que: El temor se había apoderado de él (Lc 5.9) y Jesús se apresura a calmarlo:  Pero Jesús dijo a Simón:  No temas (v.10) y lo invita de ahora en adelante a poner su orgullo en sus manos, donde él se lo protegerá.
Señor si eres tú mándame ir a tu encuentro sobre el agua.  Ven, le dijo Jesús.  Y Pedro, bajando de la barca, comenzó a caminar sobre el agua en dirección a él.  Pero, al ver la violencia del viento (momento en el que al pensar se apoyó en la razón, desplazando a la fe) tuvo miedo (consecuencia de esa falta de fe), y como empezaba a hundirse, gritó:  Señor, sálvame (acto de confianza).  Enseguida, Jesús le tendió la mano y lo sostuvo, mientras le decía:  Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?  Mt 14 28-31
El hecho de que Pedro conozca (desde la razón) mucho más a Jesús no le facilita el crecimiento en la fe, porque esto es el fruto de la gracia que Jesús le iba otorgando muy lentamente, mientras lo envía a evangelizar, precediéndolo en los lugares donde iba a ir él.
Si Pedro, que “conocía” tanto a Jesús, dudó viéndolo frente a el mismo, ¡con cuanta más razón nosotros que no lo vemos con los ojos de la carne podemos caer en la misma duda!
Qué nos quiere decir Santiago, cuando afirma:  Tu crees que hay un solo Dios.  Haces bien.  Los demonios también creen, y sin embargo tiemblan (Sant 2.19).  Una cosa es evidente, que mi fe debe ser superior a la de los demonios.  ¿En que se debe diferenciar?  Debe ser un acto de confianza en la persona de Cristo, fruto del amor hacia él, expresado en una actitud de entrega interior (primero) y exterior (después) a cada uno y en todos mis hermanos.  Ese testimonio nos hace coherentes con nosotros mismos y ante los demás.
Volviendo a las palabras de Jesús a Pedro, donde le dice:  Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?, para facilitar la interpretación espiritual de esa expresión, debemos cambiar la palabra fe por confianza, con lo cual poniendo palabras en boca de Jesús, podría haber dicho: ¿Por qué no confiaste en mí? ¿alguna vez te defraudé? ¿por qué te apoyaste en tu criterio y no en el mío, tú que lo conoces, porque me conoces según el Padre te lo ha revelado?
Al decir Jesús:  El que quiera venir detrás de mí que renuncie a si mismo (Mt 16.24), ¿Qué nos quiere decir? ¿Qué es renunciar a uno mismo?:  criterios, opiniones, proyectos, ideales, etc.  ¿Esto es despersonalizarse , anularse?  No.  Solamente es reemplazarlos por los criterios, opiniones, proyectos, ideales, etc., que me sugiere el Señor, por medio de su Espíritu en el corazón y fundamentalmente a través de su Palabra en las Escrituras.
Por lo tanto no es negarse para anularse, sino por el contrario para enriquecerse plenificándose, renovando el ser interior.
LA gran mayoría tenemos heridas emocionales por carencias afectivas, unos más y otros menos.  Esto genera inseguridad interior, por lo cual inconscientemente nuestro amor propio (indispensable para la autoestima) nos busca apoyos en distintas cosas.  Estos apoyos necesarios llegan a asumir la figura concreta de dioses, porque resumen la “supuesta” seguridad emocional-afectiva que necesitamos.
Si nos analizamos frente al Señor, somos muy pocos los que honradamente podemos decir:  tengo plena confianza en mi mismo.  Por el contrario muy pocas veces podemos tener la certeza sobre algo.  Muchas veces cuando mostramos una personalidad con mucha seguridad, avasallante, es el fruto del orgullo y soberbia que como máscara oculta el verdadero rostro de la inseguridad interior.  Si nos cuesta confiar en nosotros, cuanto más nos costará confiar en el Señor.  El lo sabe y por eso nos aconseja:  que renuncie a si mismo.
Humanamente es imposible confiar en Dios.  Todo lo que recibimos es por gracia; nada es nuestro, y el poder confiar en él, también lo es.  En Dios esta el “poder” y en nosotros el “querer”, entonces pidamos al dador de toda gracia, la de poder crecer en esa confianza.
Aquí sugiero una oración poco convencional, que conlleva una expresión de entrega amorosa:  ¿Señor, que me quieres decir con eso?  Más que oración es una actitud, actitud de escucha.  El Señor responde de tantas y tan variadas formas que es imposible definir.  Utiliza todos los hechos y circunstancias que nos suceden cotidianamente y que son intrascendentes, pero que a través de ellas el Señor me puede hablar (y de hecho lo hace) si me dispongo a escucharlo.  Este es un mensaje personal e intransferible, de tal forma de que para que otra persona interprete lo mismo, el Señor se lo tiene que expresar de otra manera.
El Señor prueba a los que ama, prueba la perseverancia en esta oración, porque el que es todo, no puede dar un poco de si mismo, da lo que es: “totalidad”.  Por eso debemos pedir sin desanimarnos, como una obsesión, si, una santa obsesión.
¿Qué quieres decir, Señor, con esto?  ¿Me quieres decir algo? 
Una vez ejercitado en este camino espiritual, es suficiente preguntarse en el corazón y el Señor que tiene su morada en él nos responde de la misma manera.
Del Señor es la iniciativa, siempre nos está llamando.  Un ejemplo lo tenemos en 1Samuel 3.10:  El Señor llamó:  ¡Samuel!  ¡Samuel!  El respondió:  Habla porque tu servidor escucha.     A través de estas palabras nos está llamando a cada uno; la rebeldía (pecado original de orgullo) hace que no podamos, ni queramos escucharlo.  Necesitamos la ayuda de su gracia, que no la niega a nadie; por el contrario es el más interesado, pero hay que merecerla por amor.  Amor con amor se paga y Dios no se deja vencer en el amor.
Así como el maestro se esmera con el alumno que es aplicado y se preocupa por el estudio, de la misma manera Jesús, el Divino Maestro, se “ocupa” de los hijos que lo “escuchan” espiritualmente con docilidad, para cumplir su voluntad.
El Divino Maestro permanentemente está detrás de cada uno de nosotros, deseando y anhelando que le abramos el “oído del corazón” para escuchar allí sus insinuaciones, pero de la mayoría de nosotros recibe indiferencia y desprecio.
Las palabras que expresan estos sentimientos podrían ser:  no me importa, no molestes, no quiero hacer lo que me propones, etc.  No es necesario que lo pensemos, se produce de hecho, en forma implícita, cuando no “tratamos” (voluntad) de interpretar lo que Dios quiere de nosotros.
¿Por qué es necesario crecer en la confianza?  Porque al crecer en la confianza, proporcionalmente vamos siendo dóciles a su Espíritu, a los designios que él tiene sobre nosotros.
Pues entonces crezcamos en la santa confianza en Jesús, el Señor, pidiéndole a la Santísima Virgen María que interceda ante él, para conseguir esta gracia, porque a Ella nada le niega y es el camino más fácil, más corto y más seguro para llegar a su Corazón.
Santísima Virgen, concédeme la gracia de poder comprender lo que el Señor me quiere decir, para crecer en la confianza en Jesús.